lunes, 26 de enero de 2009
HISTORIA DE "QUIEN"
HISTORIA DE “QUIEN”
Había una vez un humano a quien llamaremos Quién. El sexo de Quién no es importante para esta historia.
Como todos los humanos de su civilización, Quién vivía en una casa, pero a Quién sólo le importaba la habitación en la que vivía, porque era lo único real-mente suyo. Su habitación era bonita y era su tarea encargarse de que siguiera siéndolo, y lo hacía.
Quién vivía una buena vida; pertenecía a una civilización en la que cada vez que quería comida, había mucha. Nunca tenía frío, porque siempre tenía para protegerse. A medida que Quién crecía, aprendía muchas cosas sobre sí mismo. Aprendía qué cosas le hacían sentirse feliz, y encontraba objetos para colgar en la pared a los que pudiera mirar y sentirse feliz. Quién también aprendía qué cosas le hacían sentirse triste y aprendía cómo colgar esas cosas en la pared cuando quería estar triste. También aprendía qué cosas le hacían enfadar, y encontraba cosas que colgar en la pared a las que pudiera dirigirse cuando decidiera estar enfadado.
Como sucede con otros humanos. Quién tenía muchos miedos. Aunque tenía lo básico para vivir, tenía miedo de otros humanos y de ciertas situaciones. Temía que esos humanos y situaciones pudieran traer cambios, porque se sentía seguro y estable con la manera como eran las cosas, y había trabajado duro para llegar a ese estado. Quién temía las situaciones que parecían tener control sobre su estable habitación, y también temía a los humanos que controlaban esas situaciones.
Supo de Dios por otros humanos. Le dijeron que ser un humano era algo muy pequeño, y Quién lo creía. Al fin y al cabo, miraba a su alrededor y veía millones de humanos, pero un solo Dios. Le dijeron que Dios era todo y que él no era nada, pero que Dios en su amor infinito respondería a las plegarias de Quién si rezaba con sinceridad y actuaba con integridad durante su vida. Y Quién, que era una persona espiritual, pedía a Dios que los humanos y las situaciones a los que temía no crearan cambios y que su habitación pudiera seguir siendo igual -y Dios respondía a la petición de Quién.
Quién tenía miedo del pasado, porque de algún modo le recordaba cosas desagradables, y rezaba a Dios para que bloqueara esas cosas de su memoria —y Dios respondía a la petición de Quién. Quién también temía al futuro, porque contenía posibilidad de cambios y era oscuro, incierto, y escondido de él. Quién pedía a Dios que el futuro no trajera cambios a su habitación -y Dios escuchaba su petición.
Quién nunca iba muy lejos dentro de su habitación, porque todo lo que realmente necesitaba como humano estaba en un rincón. Cuando sus amigos venían de visita, éste era el rincón que les enseñaba, y estaba contento así.
Quién observó por primera vez un movimiento en la otra esquina cuando tenía unos 26 años. Se asustó mucho, e inmediatamente rogó a Dios que desapareciera, porque le hacía sentir que no estaba solo en su habitación y ésta no era una situación aceptable. Dios atendió la petición de Quién, y el movimiento paró, así que Quién dejó de tenerle miedo.
Cuando tenía 34 años, el movimiento regresó, y de nuevo Quién pidió que parara porque tenía mucho miedo. El movimiento paró, pero no antes de que Quién viera algo que había nunca había visto antes en la esquina: ¡otra puerta! En la puerta había una extraña escritura, y Quién tuvo miedo de sus implicaciones.
Quién preguntó a los líderes religiosos sobre la extraña puerta y el movimiento, y le advirtieron que no se acercara allí, porque dijeron que era la puerta de la muerte y que sin lugar a dudas moriría si su curiosidad se convertía en acción. También le dijeron que la escritura en la puerta era malvada y que nunca debía volverla a mirar. En cambio, le animaron a que participara en un rito con ellos y a dar su talento y ganancias al grupo; y que haciendo esto, le iría bien.
Cuando Quién tenía 42 años, el movimiento regresó. Aunque Quién esta vez ya no le tenía miedo, de nuevo pidió que parara, y paró. Dios era bueno por responder tan rápida y completamente. Quién se sintió fortalecido por el resultado de sus plegarias.
Cuando Quién tenía 50 años, enfermó y murió, aunque no se dio realmente cuenta de ello cuando sucedió. De nuevo vio el movimiento en la esquina y volvió a pedir que parara, pero en cambio se hizo cada vez más claro y cercano. Asustado, Quién se levantó de la cama para descubrir que su cuerpo terrenal se quedaba allí, y que él se encontraba en forma de espíritu. A medida que el movimiento avanzaba hacia él, Quién empezó a reconocerlo en cierto modo. Sentía curiosidad en vez de miedo, y su cuerpo espiritual parecía natural.
Quién vio entonces que el movimiento eran realmente dos entidades que se acercaban. Las figuras blancas, a medida que se situaban más cerca, brillaban como si tuvieran luz en su interior. Finalmente, se quedaron delante de él, y Quién se sorprendió por su majestad, pero no tuvo miedo.
Una de las figuras habló a Quién y dijo:
- Ven, querido, es la hora de marchar.
La voz de la figura estaba llena de gentileza y familiaridad. Sin dudarlo, Quién se fue con los dos. Estaba empezando a recordar lo familiar que era todo mientras miraba hacia atrás y veía su cadáver aparentemente dormido en la cama. Se sentía lleno de un maravilloso sentimiento que no podía explicar. Una de las entidades tomó su mano y le dirigió directamente hacia la puerta que tenía la extraña escritura. La puerta se abrió, y los tres pasaron por ella.
Quién se encontró a sí mismo en un largo pasillo con puertas a otras habitaciones a cada lado. Pensó para sí mismo, ¡esta casa es mucho mayor de lo que yo pensaba! Quién vio la primera puerta, que tenía más escrituras extrañas. Habló a una de las entidades blancas: -¿Qué hay tras esta puerta de la derecha? Sin decir palabra, la blanca figura abrió la puerta e indicó a Quién que entrara. Al entrar, Quién se quedó estupefacto. Amontonadas desde el suelo hasta el techo, ¡había más riquezas que en sus más locos sueños! Había lingotes de oro, perlas y diamantes. Sólo en una esquina, había suficientes rubíes y piedras preciosas para un reino entero. Miró a sus compañeros blancos y brillantes y les preguntó:
— ¿Qué es este lugar? El más alto respondió:
—Ésta es tu habitación de la abundancia, por si hubieras querido entrar en ella. Sigue perteneciéndote y seguirá aquí para ti en el futuro.
Quién estaba sobrecogido por esta información. Cuando regresaron al pasillo. Quién preguntó qué había en la primera habitación de la izquierda; otra puerta con una escritura que estaba empezando a tener cierto sentido. Al abrir la puerta, la figura blanca dijo a Quién:
—Ésta es tu habitación de paz, por si querías usarla.
Quién entró en la habitación con sus amigos, y se encontró rodeado de una niebla blanca y espesa. La niebla parecía estar viva, porque inmediatamente revistió su cuerpo y Quién empezó a inhalarla. Estaba desbordado de comodidad, y sabía que nunca volvería a sentir miedo. Sintió paz donde nunca antes la había habido. Quería quedarse, pero sus acompañantes le animaron a continuar, y siguieron andando por el pasillo. Había aún otra habitación a la izquierda.
-¿Qué es esta habitación? —preguntó Quién.
-Este es un lugar donde sólo tú puedes entrar —dijo la figura más pequeña.
Quién entró en la habitación e inmediatamente se llenó de una luz dorada. Sabía lo que era. Era su propia esencia, su iluminación, su conocimiento del pasado y del futuro. Este era el almacén de paz y amor de Quién. Quién lloró de alegría, y se quedó allí absorbiendo verdad y comprensión durante mucho tiempo. Sus acompañantes no entraron, eran pacientes.
Finalmente, Quién salió de nuevo al pasillo. Había cambiado. Miró a sus acompañantes y los reconoció.
—Sois los ángeles-guías -afirmó.
—No, -dijo el más alto- somos TUS guías. Continuaron con perfecto amor.
—Hemos estado aquí desde tu nacimiento por una única razón: amarte y enseñarte la puerta. Tuviste miedo y nos pediste que nos fuéramos, y lo hicimos. Estamos a tu servicio en amor, y honoramos tu encarnación de expresión.
Quién no sintió reprensión en sus palabras. Se dio cuenta de que no le juzgaban, sino que le honraban y sintió su amor.
Quién miró las puertas ¡y ahora podía entender la escritura! Mientras avanzaba por el pasillo, vio puertas marcadas como CURACIÓN, CONTRATO, y otra con la palabra ALEGRÍA. Quién vio más de lo que deseaba, porque por todas partes había puertas con los nombres de niños aún no nacidos, e incluso había una que decía LÍDER MUNDIAL. Quién empezó a darse cuenta de lo que se había perdido. Y, como sí supieran lo que pensaba, los guías dijeron:
—No te lo reproches, porque es inapropiado y no rinde servicio a tu magnificencia.
Quién no lo comprendía del todo. Miró al final del pasillo hacia el lugar por donde había entrado y vio la escritura en la puerta, la escritura que al principio le había asustado. ¡La escritura era un nombre! Era SU nombre, su verdadero nombre... y ahora comprendió completamente.
Quién sabía la rutina, porque ahora Él recordaba todo, y ya no era Quién. Dijo adiós a sus guías y les agradeció su fidelidad. Se quedó parado durante un tiempo, mirándolos y amándolos. Entonces Él empezó a andar hacia la luz al final del pasillo. Ya había estado allí antes. Sabía lo que le esperaba en su breve viaje de tres días a la cueva de la creación para recuperar su esencia; y luego, hacia el salón del honor y la celebración, donde le esperaban aquellos que le amaban muchísimo, incluso aquellos a quienes Él había amado y perdido durante su estancia en la Tierra.
Sabía donde había estado y sabía a dónde iba. Quién volvía a casa.
Espero sus comentarios
Un abrazo
EFRAIN GOMEZ OSORIO
TERAPEUTA UNI-VERSAL
Había una vez un humano a quien llamaremos Quién. El sexo de Quién no es importante para esta historia.
Como todos los humanos de su civilización, Quién vivía en una casa, pero a Quién sólo le importaba la habitación en la que vivía, porque era lo único real-mente suyo. Su habitación era bonita y era su tarea encargarse de que siguiera siéndolo, y lo hacía.
Quién vivía una buena vida; pertenecía a una civilización en la que cada vez que quería comida, había mucha. Nunca tenía frío, porque siempre tenía para protegerse. A medida que Quién crecía, aprendía muchas cosas sobre sí mismo. Aprendía qué cosas le hacían sentirse feliz, y encontraba objetos para colgar en la pared a los que pudiera mirar y sentirse feliz. Quién también aprendía qué cosas le hacían sentirse triste y aprendía cómo colgar esas cosas en la pared cuando quería estar triste. También aprendía qué cosas le hacían enfadar, y encontraba cosas que colgar en la pared a las que pudiera dirigirse cuando decidiera estar enfadado.
Como sucede con otros humanos. Quién tenía muchos miedos. Aunque tenía lo básico para vivir, tenía miedo de otros humanos y de ciertas situaciones. Temía que esos humanos y situaciones pudieran traer cambios, porque se sentía seguro y estable con la manera como eran las cosas, y había trabajado duro para llegar a ese estado. Quién temía las situaciones que parecían tener control sobre su estable habitación, y también temía a los humanos que controlaban esas situaciones.
Supo de Dios por otros humanos. Le dijeron que ser un humano era algo muy pequeño, y Quién lo creía. Al fin y al cabo, miraba a su alrededor y veía millones de humanos, pero un solo Dios. Le dijeron que Dios era todo y que él no era nada, pero que Dios en su amor infinito respondería a las plegarias de Quién si rezaba con sinceridad y actuaba con integridad durante su vida. Y Quién, que era una persona espiritual, pedía a Dios que los humanos y las situaciones a los que temía no crearan cambios y que su habitación pudiera seguir siendo igual -y Dios respondía a la petición de Quién.
Quién tenía miedo del pasado, porque de algún modo le recordaba cosas desagradables, y rezaba a Dios para que bloqueara esas cosas de su memoria —y Dios respondía a la petición de Quién. Quién también temía al futuro, porque contenía posibilidad de cambios y era oscuro, incierto, y escondido de él. Quién pedía a Dios que el futuro no trajera cambios a su habitación -y Dios escuchaba su petición.
Quién nunca iba muy lejos dentro de su habitación, porque todo lo que realmente necesitaba como humano estaba en un rincón. Cuando sus amigos venían de visita, éste era el rincón que les enseñaba, y estaba contento así.
Quién observó por primera vez un movimiento en la otra esquina cuando tenía unos 26 años. Se asustó mucho, e inmediatamente rogó a Dios que desapareciera, porque le hacía sentir que no estaba solo en su habitación y ésta no era una situación aceptable. Dios atendió la petición de Quién, y el movimiento paró, así que Quién dejó de tenerle miedo.
Cuando tenía 34 años, el movimiento regresó, y de nuevo Quién pidió que parara porque tenía mucho miedo. El movimiento paró, pero no antes de que Quién viera algo que había nunca había visto antes en la esquina: ¡otra puerta! En la puerta había una extraña escritura, y Quién tuvo miedo de sus implicaciones.
Quién preguntó a los líderes religiosos sobre la extraña puerta y el movimiento, y le advirtieron que no se acercara allí, porque dijeron que era la puerta de la muerte y que sin lugar a dudas moriría si su curiosidad se convertía en acción. También le dijeron que la escritura en la puerta era malvada y que nunca debía volverla a mirar. En cambio, le animaron a que participara en un rito con ellos y a dar su talento y ganancias al grupo; y que haciendo esto, le iría bien.
Cuando Quién tenía 42 años, el movimiento regresó. Aunque Quién esta vez ya no le tenía miedo, de nuevo pidió que parara, y paró. Dios era bueno por responder tan rápida y completamente. Quién se sintió fortalecido por el resultado de sus plegarias.
Cuando Quién tenía 50 años, enfermó y murió, aunque no se dio realmente cuenta de ello cuando sucedió. De nuevo vio el movimiento en la esquina y volvió a pedir que parara, pero en cambio se hizo cada vez más claro y cercano. Asustado, Quién se levantó de la cama para descubrir que su cuerpo terrenal se quedaba allí, y que él se encontraba en forma de espíritu. A medida que el movimiento avanzaba hacia él, Quién empezó a reconocerlo en cierto modo. Sentía curiosidad en vez de miedo, y su cuerpo espiritual parecía natural.
Quién vio entonces que el movimiento eran realmente dos entidades que se acercaban. Las figuras blancas, a medida que se situaban más cerca, brillaban como si tuvieran luz en su interior. Finalmente, se quedaron delante de él, y Quién se sorprendió por su majestad, pero no tuvo miedo.
Una de las figuras habló a Quién y dijo:
- Ven, querido, es la hora de marchar.
La voz de la figura estaba llena de gentileza y familiaridad. Sin dudarlo, Quién se fue con los dos. Estaba empezando a recordar lo familiar que era todo mientras miraba hacia atrás y veía su cadáver aparentemente dormido en la cama. Se sentía lleno de un maravilloso sentimiento que no podía explicar. Una de las entidades tomó su mano y le dirigió directamente hacia la puerta que tenía la extraña escritura. La puerta se abrió, y los tres pasaron por ella.
Quién se encontró a sí mismo en un largo pasillo con puertas a otras habitaciones a cada lado. Pensó para sí mismo, ¡esta casa es mucho mayor de lo que yo pensaba! Quién vio la primera puerta, que tenía más escrituras extrañas. Habló a una de las entidades blancas: -¿Qué hay tras esta puerta de la derecha? Sin decir palabra, la blanca figura abrió la puerta e indicó a Quién que entrara. Al entrar, Quién se quedó estupefacto. Amontonadas desde el suelo hasta el techo, ¡había más riquezas que en sus más locos sueños! Había lingotes de oro, perlas y diamantes. Sólo en una esquina, había suficientes rubíes y piedras preciosas para un reino entero. Miró a sus compañeros blancos y brillantes y les preguntó:
— ¿Qué es este lugar? El más alto respondió:
—Ésta es tu habitación de la abundancia, por si hubieras querido entrar en ella. Sigue perteneciéndote y seguirá aquí para ti en el futuro.
Quién estaba sobrecogido por esta información. Cuando regresaron al pasillo. Quién preguntó qué había en la primera habitación de la izquierda; otra puerta con una escritura que estaba empezando a tener cierto sentido. Al abrir la puerta, la figura blanca dijo a Quién:
—Ésta es tu habitación de paz, por si querías usarla.
Quién entró en la habitación con sus amigos, y se encontró rodeado de una niebla blanca y espesa. La niebla parecía estar viva, porque inmediatamente revistió su cuerpo y Quién empezó a inhalarla. Estaba desbordado de comodidad, y sabía que nunca volvería a sentir miedo. Sintió paz donde nunca antes la había habido. Quería quedarse, pero sus acompañantes le animaron a continuar, y siguieron andando por el pasillo. Había aún otra habitación a la izquierda.
-¿Qué es esta habitación? —preguntó Quién.
-Este es un lugar donde sólo tú puedes entrar —dijo la figura más pequeña.
Quién entró en la habitación e inmediatamente se llenó de una luz dorada. Sabía lo que era. Era su propia esencia, su iluminación, su conocimiento del pasado y del futuro. Este era el almacén de paz y amor de Quién. Quién lloró de alegría, y se quedó allí absorbiendo verdad y comprensión durante mucho tiempo. Sus acompañantes no entraron, eran pacientes.
Finalmente, Quién salió de nuevo al pasillo. Había cambiado. Miró a sus acompañantes y los reconoció.
—Sois los ángeles-guías -afirmó.
—No, -dijo el más alto- somos TUS guías. Continuaron con perfecto amor.
—Hemos estado aquí desde tu nacimiento por una única razón: amarte y enseñarte la puerta. Tuviste miedo y nos pediste que nos fuéramos, y lo hicimos. Estamos a tu servicio en amor, y honoramos tu encarnación de expresión.
Quién no sintió reprensión en sus palabras. Se dio cuenta de que no le juzgaban, sino que le honraban y sintió su amor.
Quién miró las puertas ¡y ahora podía entender la escritura! Mientras avanzaba por el pasillo, vio puertas marcadas como CURACIÓN, CONTRATO, y otra con la palabra ALEGRÍA. Quién vio más de lo que deseaba, porque por todas partes había puertas con los nombres de niños aún no nacidos, e incluso había una que decía LÍDER MUNDIAL. Quién empezó a darse cuenta de lo que se había perdido. Y, como sí supieran lo que pensaba, los guías dijeron:
—No te lo reproches, porque es inapropiado y no rinde servicio a tu magnificencia.
Quién no lo comprendía del todo. Miró al final del pasillo hacia el lugar por donde había entrado y vio la escritura en la puerta, la escritura que al principio le había asustado. ¡La escritura era un nombre! Era SU nombre, su verdadero nombre... y ahora comprendió completamente.
Quién sabía la rutina, porque ahora Él recordaba todo, y ya no era Quién. Dijo adiós a sus guías y les agradeció su fidelidad. Se quedó parado durante un tiempo, mirándolos y amándolos. Entonces Él empezó a andar hacia la luz al final del pasillo. Ya había estado allí antes. Sabía lo que le esperaba en su breve viaje de tres días a la cueva de la creación para recuperar su esencia; y luego, hacia el salón del honor y la celebración, donde le esperaban aquellos que le amaban muchísimo, incluso aquellos a quienes Él había amado y perdido durante su estancia en la Tierra.
Sabía donde había estado y sabía a dónde iba. Quién volvía a casa.
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Un abrazo
EFRAIN GOMEZ OSORIO
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